1. ¿Qué es el budismo zen y cómo debería de practicarse?

      Comencemos por aclarar el término budista. Es muy importante comprenderlo. Estamos ante un vocablo muy bello que dirige la mirada al estado de luz y de plena presencia en las personas. Su significado hace referencia a la naturaleza original del ser, esto es, la de una conciencia abierta, pura y despierta. La budeidad es algo universal, es el estado natural de las personas. Budista no es una etiqueta o un cliché. Los que seguimos la tradición zen anhelamos alcanzar y realizar esta experiencia del despertar de la conciencia. Siguiendo el camino del corazón, todos los seres pueden alcanzar esta experiencia. Todo aquel que se adentra y transita este sendero, experimenta la verdad.

      Así pues, según todo lo que he explicado, la expresión «ser budista» no es acertada porque es un camino que eliges, si bien no te define.  Las definiciones nos confunden y limitan, pues se hacen separaciones donde no las hay. La gente que se cree pertenecer a un grupo, se siente separado de los otros. La verdad es la misma, es universal. El budismo es un camino de experiencia y transformación.

El budismo es un camino del corazón que pone especial énfasis en la experiencia meditativa. Acumular ideas, conceptos o creencias sobre el mismo nos aleja de la realidad.

Zen es una palabra japonesa que deriva por transliteración fonética del antiguo término en pali jhânna y que encontramos en los inicios mismos del budismo. Se traduce literalmente por meditación, esto es, una experiencia de contemplación serena ante todo lo que se presenta y acontece. Por tanto, la meditación es una experiencia que sucede todo el tiempo, no sol cuando acudimos a los centros de práctica o participamos en este u aquel otro retiro. Cualquier momento es único e irrepetible. Nosotros los seres humanos siempre postergamos las cosas importantes.

  1. Creo que el fundamento teórico-práctico del budismo se basa en las Cuatro Nobles Verdades. ¿Cuáles son y cómo podemos integrarlas en nuestro día a día?

Muchas gracias por hacerme esta pregunta. Planteas un aspecto muy importante que es el de integrar el conocimiento en nuestra cotidianidad. El Buddha fue un humanista convencido y mostró un camino de liberación del sufrimiento innecesario. Comenzó diciendo que la vía hacia la salud comienza con el reconocimiento de la enfermedad y que luego, con el descubrimiento de sus causas, vendrá el restablecimiento del equilibrio. Finalmente, y quizá lo más importante, insistió en que hay que seguir un tratamiento. En esencia, esta es la pedagogía de la conciencia que se conoce en la tradición como las enseñanzas sobre las Cuatro Nobles Verdades.

El individuo se duele en exceso de los fenómenos con los que se relaciona. Partiendo de que la vida conlleva el signo del dolor, manifestado en distintos tipos de malestar, el Buddha constató que la principal causa de nuestros desasosiegos está enraizada en la dualidad apego y rechazo. Por ello, el budismo enseña que podemos aprender a desidentificarnos de ambos movimientos inconscientes de la mente y conectar con el corazón, ya que allá donde penemos la atención, lo alimentamos y crece.

Todos compartimos este anhelo, esta llamada interna. Todos podemos liberarnos de los patrones y creencias limitantes, ahora bien, cada cual es libre de asumir este compromiso. Si realmente quieres despertar de la ilusión, el budismo muestra el camino para hacerlo, es el sendero de la práctica y de la meditación consciente. Una vez incorporada como eje fundamental en nuestras vidas, el estado de presencia que se genera con ella, nos acompañará plenamente en nuestro día a día cotidiano.

 

  1. Siempre me surgen estas tres preguntas existenciales. ¿Qué es esta vida, esta existencia? ¿Qué soy, para qué o por qué estoy aquí? ¿Cómo llevar esto adelante de la mejor manera? ¿Qué? ¿Para qué? ¿Cómo? Desde su experiencia, ¿cómo respondería?

Bellas y profundas preguntas. Son el motor de nuestro despertar, de nuestra trascendencia y evolución. La vida nos acoge para que nos encontremos a nosotros mismos con total plenitud de la conciencia. La Naturaleza nos muestra de qué estamos hechos y lo que somos en esencia. La interacción que hay en ella, y el vínculo de todos sus elementos, nos lleva a comprender este flujo constante que nos conforma.

Todo el trabajo que hacemos a nivel interior repercute en lo que llamamos externo. Es en esta armonía como seguimos aprendiendo y creciendo. Cuando nos separamos de la verdad mediante, ideas, creencias o condicionantes de cualquier tipo, nos sentimos estancamos y sufrimos, ya que no estamos abiertos a lo que sucede. Así el aprendizaje no puede darse y seguimos en un ciclo interminable. Por eso es tan importante lo que hemos dicho, el deseo de despertar, avanzar y comprometernos con el camino interno, para comprender todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Educar el potencial de la atención es básico para ser conscientes.

La vida es todo aquello que sucede instante tras instante. Nosotros los seres humanos tenemos la fortuna de hacernos íntimos con esta verdad.

La energía es un principio universal que pulsa por manifestarse, se desarrolla y regresa de nuevo al vacío fértil del que partió.

Nosotros somos esto, energía consciente en permanente transformación. En la libertad de sabernos interdependientes en una misma totalidad, preguntas como qué es esto, quiénes somos o para qué estamos, se funden y son contestadas.

  1. Compartimos tanto en el zen como en el taoísmo el concepto de wu wei. ¿Qué representa para usted y su práctica?

El budismo zen tiene íntimas relaciones con el taoísmo. Uno de los grandes referentes de esta tradición es el maestro chino Kanchi Sôsan que escribió una bellísima obra titulada Canto al corazón del ser (Shin Jin Mei). Es un canto a lo insondable, un homenaje poético a lo no nombrado. Sobrecogerse en el gozo del asombro es una experiencia que surge del ser sin hacer. Parte de la no pretensión y se encuentra siempre en la desnudez de la contemplación de lo observado. Por esta razón, compartimos ambas tradiciones que la meditación, la poesía y el recogimiento en la naturaleza, sintiéndonos arropados por el silencio, son elementos que forman parte del arte de la contemplación serena.

De la misma manera, en ambas tradiciones sabemos que el cuerpo es el monasterio del espíritu. Al meditar no significa permanecer inmóviles, sin hacer nada, sino que hay un trabajo interno que mantener, esto es, evitar las intenciones explícitas del apego y la voluntad del rechazo, tendencias ambas que obstaculizan la fluidez armónica de la respiración. Son trampas que nos encerrarían en la mente compulsiva.

Por ello, sabiendo que la estabilidad no forzada fortalece la atención justa, el meditador cuida de que la postura no sea floja ni crispada. No debe haber ni poca tensión, ni demasiada. Cuando un músculo en el cuerpo se contrae, tiende a aumentar su tono o tensión. Cuando se relaja, disminuye. Cuando la postura encuentra su centro de gravedad, el sistema se autoequilibra, se relajan las tensiones inútiles y se corrigen las desviaciones. Como dijo el sabio, «sin esfuerzo de tu parte, se manifiesta la naturaleza de lo real». En ese estado, permitimos la relajación del sistema nervioso, para que se produzca la apertura hacia lo que sucede.

  1. ¿Cómo trata el budismo el tema de la muerte? ¿Es un final?

 Todo es como es sin principio ni final. La vida es cambio. La fijación del flujo energético universal es un ciego impulso que surge del ego, esa imagen mental ilusoria a la que inconscientemente nos hemos adherido y que vive la existencia desde el dualismo y la polaridad.

Los budistas aceptamos la realidad de la impermanencia, aprendemos a fluir con ella más allá de nuestros gustos o antipatías, nuestros logros o fracasos, nuestros apegos o rechazos. Cuando todo es contemplado tal y como es, la vida y la muerte dejan de existir como conceptos. Somos un siendo en una permanente mutación de procesos y cambios armónicos.

Lo que llamamos nacimiento es la entrada en este mundo en el que interactuamos para crecer. Lo que llamamos muerte también es un simple cambio de estado, es la salida. No es más que eso. Lo que está haciendo mucho daño es la idea de la muerte. El ego quiere perpetuarse, apegarse y permanecer siendo como se cree ser. Nos llena de miedo a dejar de existir. Cando nos dejamos llevar por él, lo complicamos todo y dejamos de ver lo esencial. Lo realmente importante es qué decidimos hacer mientras estamos aquí.

  1. ¿Qué aporta el budismo zen a la humanidad?

 El budismo zen como vía de conocimiento nos regala la plenitud de la presencia. Para experimentar esta verdad, todo pasa por aprender a dirigir o focalizar la atención consciente y esta facultad se desarrolla en plenitud al meditar. Este es un potencial que todos poseemos.

La principal función de la práctica meditativa es la de clarificar la naturaleza de nuestro ser, es decir, ayudarnos a despertar a lo que en esencia somos y no seguir atendiendo a lo que nos creemos ser. Es importante reconocer que meditar es una experiencia abierta, empática y universal, esto es, no puede ser atesorada por nadie y, sin embargo, puede ser realizada por cualquier persona.

La meditación aporta al practicante un estado interno de claridad mental y equilibrio emocional. A medida que se profundiza en la meditación, los cuatro niveles del ser (cuerpo, sentimientos, pensamientos y espíritu) se equilibran de forma natural. Meditar nos ayuda a descubrir qué es aquello que realmente nos aporta y nutre y nos invita a soltar patrones y creencias limitantes que tanto nos condicionan. Palabras como calma, apertura, quietud, consistencia interior, certeza, bienestar, alegría, ternura, afectividad consciente, etc., son términos que se asocian a la experiencia meditativa. Estos son algunas de los beneficios que aporta esta milenaria tradición espiritual.

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Revista Xiulian. Comunidad Taoísta Española