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Quimeras del ego

Anunciamos  con alegría la publicación del nuevo libro del maestro zen Denkô Mesa, titulado Quimeras del ego, una obra que ve la luz en la Editorial Kairós dentro de su colección Psicología Perenne y que desde hoy se puede adquirir en librerías y a través de su página web.

Estamos ante un texto de lectura profunda, sobria y asequible. El autor, reconocido maestro zen y director espiritual de la Comunidad Budista Zen Luz del Dharma, es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna, catedrático de Lengua Castellana y Literatura y profesor del Máster en Mindfulness de la Universidad de Zaragoza. Ha publicado varios libros, destacando Quietud, La mirada interior, El viejo arte de darse cuenta, Zen, aroma eterno y otros relacionados con el budismo. En su faceta lírica sobresalen los poemarios En los espacios del silencio y Presencia invisible. Denkô Mesa viaja con frecuencia para dirigir retiros e impartir conferencias, cursos y talleres relacionados con las prácticas meditativas. Recogiendo el fruto de estas experiencias y enseñanzas, plasma ahora en su último libro un compendio de textos bajo el subtítulo «Desvelando la consciencia.»

He aquí un libro que aporta valiosas pinceladas, para que el lector se adentre en el lenguaje íntimo del ser, para que toque su corazón y aprenda a nutrir todo aquello que en verdad lo dignifica. Para ello, el autor se apoya en el desarrollo de distintos ejes, a saber, meditar, atención, experiencia y presencia. Así lo expresa en el prólogo: «el valor y el respeto por quienes somos, es decir, el reconocimiento y la autoestima, son fundamentos a tener muy en cuenta y algo esencial para nuestra vida saludable, ya que marcan el desde dónde vivimos y cómo fluimos o no ante lo que sucede

El libro Quimeras del ego rebosa sabiduría, pues recoge la esencia de la tradición budista, acompañando cada capítulo con frases de grandes maestros, citas emblemáticas y grandes referencias literarias. De igual forma, partiendo de un estudio antropológico de la quimera, el maestro se adentra en el análisis del temperamento humano, el estudio de la caracterología y el trasfondo de las emociones: «Gracias a la meditación, somos capaces de manifestar el verdadero potencial de quienes somos porque la contemplación interna nos faculta, para aprender a soltar aquellos programas y esas creencias que tanto nos limitaban.»

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Los tres corazones

La Compasión budista. Giuseppe Jiso Forzani

Tres son las actitudes del corazón que el zen propone y que están identificadas con tres ideogramas. El primero es el corazón grande, el segundo el corazón de la persona anciana, madura, el tercero es el corazón de la alegría, y son las actitudes que en la vida cotidiana cada uno de nosotros debe manifestar. Obteniendo impulso y fuerza de aquella práctica del estar sentados en silencio que después ilumina toda la vida.

El corazón grande, magnánimo. Aquí grande no es lo contrario de pequeño, grande es cada uno de nosotros cuando es verdaderamente sí mismo, grande es una pulga cuando es una pulga, es una galaxia cuando es una galaxia. En el mundo de las pulgas está todo, como en cada gota individual de agua está todo el universo, que no es más pequeño que el universo contenido en una estrella. Cada uno a su manera grande, si es sí mismo hasta el fondo, si verdaderamente vive hasta el fondo aquella relación con su vida como expresión, manifestación, forma de la vida.

El corazón del viejo. Hay quien dice el corazón de los padres, pero yo pienso en el anciano, en el abuelo que tiene hacia el nieto una relación menos involucrada que la del padre (por ejemplo desde el punto de vista del orgullo personal, del deseo de ver que el hijo realiza sus aspiraciones). Este corazón de la persona anciana que tiene una relación de afecto, de ternura con todas las cosas, por la que cada cosa es parte de su vida y tiene aquel cuidado delicado que no tiene segundas finalidades.

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El centro del mundo se encuentra en cada ser vivo

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«La ciencia teme lo inmaterial, pero lo inmaterial mueve el mundo»
Reseña publicada en el diario El Mundo  sobre  la última obra de Juan Arnau, por Ángel Vivas

Astrofísico y filósofo, especialista en religiones orientales, Juan Arnau es una de las últimas revelaciones del pensamiento español. Su libro más reciente, La fuga de Dios (las ciencias y otras narraciones), publicado por Atalanta, es una indagación en la esencia del mundo y en lo que la ciencia nos dice (u oculta) sobre él. Reivindica «una verdad para la vida dentro de un universo creativo que, por serlo, nos invita a participar de esa creatividad; lo que es una fuente inagotable de alegría».

Ese universo creativo lo ve Arnau como una fuga musical (a eso alude el título) a tres voces: percepción, imaginación y valores. «En el nivel de la percepción, la materia es importante. En el de los valores, inmaterial, no lo es tanto. El ámbito intermedio, el de la imaginación, es el espacio del alma, el lugar de encuentro de lo material y lo inmaterial», añade apuntando a un aspecto central del libro.

Hablar de lo inmaterial pone nerviosos a los científicos al uso, pero Arnau da entender que la ciencia no se agota en el modelo dominante, que otra ciencia es posible. «Hay muchas ciencias», explica, «y cada una da su propia versión de la realidad. Es decir, cada una de ellas es en cierto sentido no sólo un modo de ver el mundo sino también, en su ejercicio, un modo de estar en el mundo, un modo de participar del mundo. Hay ciencias más participativas que otras. Lo que ocurre es que, de modo general, lo que habitualmente llamamos Ciencia, así, con mayúscula, se mueve dentro de un esquema mecanicista y materialista y eso hace que se pierdan muchas cosas. Esa Ciencia, teme lo inmaterial. Y lo inmaterial, una esperanza, un miedo, un deseo, es lo que mueve el mundo».

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El arte de la lentitud

El arte de la lentitud, del perdón, el arte de cuidar y habitar, de la compasión, de la felicidad, el arte de morir y el arte de no saber, son los componentes de la Teología de la lentitud, una propuesta del pensador portugués José Tolentino Mendonça. Su anhelo: que la humanidad se deje desconcertar por el inefable esplendor de cada amanecer. Lógicamente, el primer arte que nos ofrece es el de la lentitud. Y, ciertamente, es un arte el intento de demorar la vertiginosa rapidez que nos envuelve. Hoy, lo que importa son los resultados, lo que lleva a una jornada laboral que invade y sobrepasa la esfera de lo privado; y, sin embargo, este agitado ritmo no nos deja percibir lo que nos estamos perdiendo, nos impide vivir. Nos aconseja Mendonça rescatar nuestra relación con el tiempo, mediante una relajación interior. 

Del arte de lo inacabado, nos hace ver el autor que el tiempo no se estira, que el día tiene veinticuatro horas y no cuarenta y ocho, por lo que hemos de aceptar que no podemos alcanzar todos los objetivos que nos hemos propuesto. Sus palabras: “el punto de inflexión se produce cuando contemplamos de otra forma lo inacabado, no solo como indicador o síntoma de carencia, sino como condición inexcusable del propio ser”. Nuestra vida no se basta a sí misma, sino que siempre precisa la mirada del otro, que es mirada y es otro; nuestra vida solo se resuelve individualmente a intervalos ya que solo alcanza su sentido en el acto de compartir y darse. 

 ¿Qué ocurre con lo que no nos dan? El autor nos propone el arte de agradecerlo. Parte de la base de que lo esencial es que nuestra vida es un receptáculo del don, que hemos experimentado (y seguimos haciéndolo) que somos protegidos, cuidados, acogidos y amados, pues, en muchos sentidos somos la obra de los otros. Es tanto lo que recibimos que debemos de agradecer, también, lo que no se nos da. Y cita textualmente las palabras de una anónima (para el lector) informante: “El hecho de que no se me haya concedido alguna de ellas me ha obligado a descubrir en mí fuerzas insospechadas y, en cierto modo, me ha permitido ser yo”.

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