Por Denkô Mesa
En el Sutra del Diamante se lee: “Todas las cosas compuestas se asemejan al sueño, fantasma, burbuja, sombra… Se parecen a la gota del rocío y al destello del relámpago. Así debe considerarse la existencia.” En la mayoría de las culturas se hacen descripciones del ser humano, pero ¿quiénes somos en realidad? Ésta es la gran incógnita que debemos despejar. Casi todas las tradiciones lo consideran como un compuesto, ya sea alma y cuerpo (tradición judeocristiana) o cuerpo, mente y espíritu en otras. El budismo también ve al individuo como un conjunto de agregados, si bien no reconoce en ellos entidad fija o inmutable. La identificación (apego) es la causa del sufrimiento innecesario. Si queremos en verdad entendernos, debemos entender plenamente qué son y cómo funcionan, lo cual significa aprender a verlos tal y como son.
En el Canon Pali, la colección de los antiguos textos que constituyen el cuerpo doctrinal y fundacional del budismo, se representa al Budha diciendo que sólo enseñaba dos asuntos: el sufrimiento y el final del sufrimiento. Tras una práctica meditativa perseverante, Siddhartha Gautama alcanzó un estado de conciencia que ninguna palabra podía describir, sin embargo supo que el camino y la experiencia podrían ser descritos, aunque implicaba una nueva manera de ver y conceptualizar el problema del sufrimiento. Para ello, tuvo que inventar nuevos conceptos y extender palabras prexistentes a fin de que los demás pudieran experimentar el despertar por sí mismos. Una de las nociones nuevas y centrales de su enseñanza fue el de khandha, habitualmente traducido al castellano como “agregados”.