Durante los veintiséis capítulos que componen el texto, el Dhammapada nos persuade y nos acerca a una ética basada en el autocontrol y el desapego a través de un riquísimo lenguaje poético que va discurriendo entre los versos. Si en el Capítulo 3 recurre al simbolismo de las flores para explicarnos la impermanencia y el dharma, en el Capítulo 23 toma al elefante como ejemplo de vigor, fortaleza y autocontrol, actitudes que el practicante debe cultivar, según el texto, durante su tránsito por la vía.
Se nos dice a menudo en el Dhammapada que el practicante debe procurar ser un elefante, una isla, o bien, un auriga para sí mismo. Este es, quizás, uno de sus puntos más importantes, pues se trata de una invitación al cultivo de la atención y, en especial, a dirigir la mirada hacia el interior.