Hemos nacido en tanto que forma humana y somos seres con capacidad de desarrollar la conciencia despierta. Sin embargo, hay pocas hazañas hechas por el ser humano que ayuden verdaderamente a expandir el desarrollo de esta capacidad. En nuestra tradición budista recibir la ordenación de bodhisattva supone dar un paso en esta dirección y favorecer el libre curso del potencial espiritual que habita en cada uno de nosotros.
La figura del bodhisattva es la cumbre espiritual del budismo Mahâyâna y supuso una nueva aportación a la hora de concebir la práctica de meditador, quien ya no se ve impulsado a conseguir un beneficio personal, sino que ofrece cualquier obtención para el bienestar general de todos los seres vivientes.
Un bodhisattva es todo practicante que despliega la capacidad del darse cuenta y observa con lucidez qué efectos producen sus palabras, sus pensamientos y sus acciones ya sea en sí mismo como en los otros. Su fundamento de trabajo es el desarrollo y el cultivo sistemático de la mirada atenta. Destaca además por su impecabilidad, ya que atraviesa los diferentes paisajes de la mente sin miedo, con una enorme apertura y ecuanimidad interior, instalado en una total entrega y con una confianza absoluta en el camino del auto conocimiento.
Gloria para aquel que se esfuerza, permanece vigilante, es puro en conducta, considerado, auto controlado, recto en su forma de vida y capaz de permanecer en creciente atención. A través del esfuerzo, la diligencia, la disciplina y el autocontrol, que el hombre sabio haga de sí mismo una isla que ninguna inundación pueda sumergir
(Dhammapadha)
Cada ser humano tiene en su interior la potencialidad de convertirse en un ser humano en plenitud, un ser despierto, si así lo verdaderamente lo desea y se esfuerza para ello. Los hombres tienen el poder de liberarse de toda clase de ataduras gracias a su esfuerzo personal. La vía del bodhisattva es un camino de transformación integral en el que se transmuta el dolor en compasión. Se trata de observar cómo se presentan las dolencias y ver las causas de las mismas a la luz de una conciencia atenta. Se requiere por tanto de una valentía serena, de una diligencia práctica ininterrumpida.
Así pues, el ser humano es el único autor y responsable de su propio devenir. Cada cual es el creador de su propia trayectoria vital. Siempre y cuando utilice esa libre voluntad, mediante el desarrollo pleno de la atención consciente, seguirá y estará en el camino recto. Entregar el ego al servicio del Dharma es un acto de amor. Recibir la ordenación de bodhisattva es vehicular esta sana energía de manera correcta. Siempre ha sido así. No es de otra manera.
Por este motivo, el Budha insistió en la importancia de acceder a un aprendizaje beneficioso, mantener relaciones saludables, desarrollar una conciencia adecuada y vivir con una conducta justa, considerándolos como los cuatro factores fundamentales que conforman la vida humana. Un bodhisattva hace de estos fundamentos los principios reguladores de una práctica consciente de vida.
Mantener relaciones saludables, desarrollar una conciencia adecuada y vivir con una conducta justa