Uno de los hitos más hermosos en este camino del corazón es atender a la llamada interna y que sintoniza al meditador con la recepción de las llamadas Tres Joyas o Tres Tesoros que marcan el camino de toda tradición budista, más allá de las escuelas, épocas y contextos donde se haya desarrollado. Son el referente de nuestro recorrido vital. Orientan nuestro camino existencial y espiritual, muestran una buena dirección (namu kie en jap.)
El budismo no ofrece nada que ya no seamos, de hecho, la práctica funciona por desprendimiento de los limitantes y las falsas creencias, como hemos dicho muchas veces, pero sí que de afirma en la verdad de quien tú eres. En este sentido, la práctica no aumenta ni mengua, siempre expresa la realidad del momento presente.
Cuando un ser humano se siente comprometido con este camino del corazón, esa llamada interna de vincularse afectivamente, corporalmente, mentalmente y espiritualmente con el Budha, el Dharma y la Sangha es un hecho que acontece de forma hermosa y natural.
BUDHAM SARANAM GACCHAMI
DHAMMAM SARANAM GACCHAMI
SANGHAM SARANAM GACCHAMI
SOY UNO/A EN EL BUDHA
SOY UNO/A EN EL DHARMA
SOY UNO/A EN LA SANGHA
BUDHAM SARANAM GACCHAMI
DHAMMAM SARANAM GACCHAMI
SANGHAM SARANAM GACCHAMI
OM
Un budista es un ser que no se define por una etiqueta o vestir una ropa determinada. Reconoce en su interior y en el de todos los seres la bondad innata de la existencia, la luz original que a todos nos reúne en un mismo palpitar. Esto es venerar el Buddha, al despierto, a la presencia que somos.
Asimismo, permanece abierto y atento a cada fenómeno de la vida que siempre se presenta hermosa y nueva a cada instante. El meditador fluye y aprende con cada nuevo paso en el camino. Todo el universo se entrega a través de ti en cada inspiración y tras cada espiración. Esta es la enseñanza, el Dharma de la talidad. Ajenos a las pretensiones y liberados de las expectativas, los practicantes vibran alegres con cada situación, se nutren en cada acontecer. Este es el tesoro del Dharma.
Finalmente, al sabernos unidos en una maravillosa red de relaciones armoniosas, todas las existencias forman parte de un mismo cuerpo, un mismo pulso y un semejante latir. He aquí el tesoro de la Sangha. Esta común unidad se hace visible especialmente en nuestros grupos de práctica meditativa. Practicar juntos es una gran alegría. Solos no existimos. Somos un siendo en interdependencia amorosa con los otros.
Cada ser humano tiene en su interior la potencialidad de convertirse en un ser despierto si así lo desea y se esfuerza para ello. El Buddha enseñó a cada persona el desarrollo de su individualidad y a realizar su propia emancipación, pues el hombre tiene el poder de liberarse a sí mismo de toda clase de atadura gracias a su esfuerzo personal. El Budha dijo: “Eres tú el que has de esforzarte, los Tathagatas son sólo maestros”.
La Vía del Zen es como un gran océano de agua dulce que puede proporcionar agua a todos aquellos que la necesiten. La cantidad de agua que se recibe depende de la necesidad y del recipiente con el que se acuda: Un gran recipiente podrá recibir mucha agua, un recipiente pequeño recibirá poca agua. El recipiente es la actitud con la que se practica y la profundidad de lo que se busca.