por Jiun Éric Rommeluère
Ha sucedido, has decidido dar el salto. ¡Quieres hacer meditación zen! ¿La meditación consiste en hacer, o en no hacer? Difícil pronunciarse al respecto. En cualquier caso, hay que comenzar por alguna parte, por responder a cómo venir a un grupo o a un centro de meditación, pero antes, reflexionen. La meditación zen es una trasformación. ¿Tienen necesidad de ser trasformados? ¿Estarán a la altura de su audacia? Evidentemente, la primera vez no lleguen tarde ni con prisas. Elijan un pantalón largo que no les apriete la cintura. Vayan limpios, pero eviten los perfumes. Quítense las alhajas. Sean naturales.
Dejen sus zapatos en la entrada. No se trata simplemente de descalzarse, sino de reaprender la delicadeza en los gestos más simples. Dejen suavemente sus zapatos, el izquierdo a la izquierda del derecho, el derecho a la derecha del izquierdo. Quítense también los calcetines. Con su calzado, dejen igualmente sus ideas sobre el zen, sus lecturas, todas esas páginas a las que dan una y otra vez vueltas en su cabeza, todas sus opiniones sobre lo que es o lo que no es budismo, todas sus esperanzas, hasta las más bellas. Sí, déjenlas en la puerta de entrada, una a una dentro de vuestros zapatos. No es que haya que despreciar las ideas, los pensamientos, al contrario, simplemente se trata de dejarlos con esmero en la puerta de entrada. Los recogerán después. Es la buena manera de comenzar. El espíritu fresco.
Entonces pueden entrar. En el espacio de meditación verán que no hay (casi) nada. No se desconcierten. Quitamos las imágenes, para tocar la realidad desnuda de la experiencia. ¿Pueden realmente reencontrarse con ustedes mismos? Directamente y sin el intermediario de alguna cosa. Así pues, un espacio es ofrecido. Una vez pasada la puerta de entrada, se inclinan con las manos juntas en un gesto de gratitud. Cogen un cojín redondo para sentarse encima. Lo palpan cuidadosamente. ¿Es suficientemente compacto, suficientemente ancho? Tienen que aprender a juzgar los cojines, a encontrar aquel que esté adaptado a su propia morfología. Y después se sientan de cara a la pared.
La meditación es una experiencia total. Pone en juego a la vez el cuerpo, la respiración y la mente. Fundamentalmente, no hay mas que tres puntos de los que acordarse durante el aprendizaje de la meditación; tienen que estar estables, tienen que estar tónicos, tienen que sentirse cómodos.
La estabilidad es asegurada por el trípode formado por las piernas cruzadas y por las nalgas elevadas por el cojín. Tomen la posición del loto, del medio loto, o en su defecto colocando simplemente un pie sobre la pantorrilla opuesta. Ambas rodillas deben tocar el suelo con la misma presión.
La tonicidad se encuentra enderezando la columna vertebral. No se sienten arriba, sino abajo de las nalgas. A partir del trípode que forman las piernas y las nalgas, enderecen suavemente la columna, después la cabeza, metan delicadamente el mentón y bajen la mirada delante de ustedes sin enfocar un punto en particular. Si no pueden cruzar las piernas, pueden sentarse de rodillas sobre un cojín, sobre un banco o incluso sobre una silla. La rectitud de la columna es el eje de la meditación. Ella da fuerza a la postura. Sientan cómo su cuerpo esta sólidamente anclado al suelo y cómo al mismo tiempo se extiende con flexibilidad en el espacio. El tono significa que no hay tensión excesiva, ni relajación. No se sientan en la postura del sastre. Esta posición no permite mantener durante mucho tiempo la estabilidad y el tono.