¿Un cuento? ¿Por dónde irán hoy las enseñanzas? ¿No están intrigados?

Con esta preguntas inicio esta nueva entrada en el blog de la comunidad. La pregunta clave es: ¿y tú qué película te cuentas?

Estaría bien observar las proyecciones que hace tu mente, más bien, el uso que le das al potencial de tu mente. Podemos con ella imaginar, recordar, reflexionar, simbolizar, enjuiciar, fantasear, mentir, comunicar… Hay muchos verbos que hablan de nuestra narrativa interna. Ahora bien, algunos rumian demasiado las historias que se cuentan, se pierden en ellas, dándoles ademas categoría de real. 

La clave aquí está en aprender a colocar la mente al servicio del corazón. Esto es lo que ofrece la práctica meditativa. Entenderlo al revés es creerte el cuento de que tu ego es quien lleva el control. La realidad que creas a cada instante a través de la mente no es real. Es tu propia historia. Adherirte a ella es perderte en la fantasía ilusoria. De hecho, el gran descubrimiento está en que despiertes a la ilusión de una identidad. Cuando nos hemos adherido a las vivencias, internas y externas, no vamos más allá de ellas. Se trata de trascender la mente para acceder al Observador Testigo y convertirnos en el director que equilibra el afuera con el adentro y viceversa. 

Al hacerlo así, se da una integración y un saber estar. Desde la conciencia, estamos y somos. Con la educación que hemos recibido, nos hemos quedado en la representación teatral. No hemos identificado al personaje, como lo llamo.

La flor de loto es el símbolo del budismo, que indica cómo trabajar con esas vivencias pantanosas y florecer entonces como una luz de conciencia despierta. No te quedes con la interpretación de tus sentidos, tus emociones y tus pensamientos. Están a tu servicio para que crezcas y avances. El despertar es nuestro camino y la experiencia universal que todos anhelamos y compartimos. Como digo, esa imagen auto generada, y a la que has estado adherido durante tanto tiempo, es la principal causante de desavenencias, frustraciones, expectativas y toda clase de malestares en general. Ahora bien, si no somos quienes nos hemos dicho que somos, ¿quiénes somos? 

Propongo un excelente ejercicio que pueden hacer. Lo ideal sería ir al bosque, pero no sé si con esto del confinamiento obligatorio podremos. Bueno, si lo consiguen, es cuestión de colocarse frente a una montaña y gritar bien alto: YO SOY QUIEN SOY… (repetir al menos tres veces). Bien algo, sin vergüenza, a todo volumen… y observar qué es lo que sucede. Después, le pueden contar la experiencia a otros. !¡ A ver qué cara les ponen!

En fin, si despiertan y se dan cuenta de lo que hay que darse cuenta, observarán que es una experiencia real y ya no será un cuento. Ahora bien, si lo que quieres contar es un cuento, seguro que encontrarás la aprobación de muchos que siguen durmiendo en su propio cuento. Para acabar, concluyo con esta vieja historia:

Al bajar de la terraza de su casa, donde acababa de hacer la siesta, Nasrudín da un traspiés al pisar un escalón y rueda escaleras abajo.

– “Pero ¿qué pasa?” – le grita su mujer que, desde la cocina, ha oído el ruido de su caída.

– “Nada importante” – responde Nasrudín, poniéndose en pie como puede

– “Ha sido mi abrigo que se ha caído por la escalera.”

– “¿Tu abrigo?.. pero ¿y ese ruido?”

– “El ruido ha sido porque yo iba dentro.”