Acompañadas del crepitar de las hojas cuando crujen al pisarlas, sembradas al frío con mantas esterillas, sacos y tiendas de campaña. Se sembraron presencias, diseminadas como las hojas prendidas de las ramas que se han resistido al invierno, a la bocanada de frío.
La lluvia nos humedeció el cuerpo, nos ablandó el espíritu y regaló su rocío al susurro de sus noches, la espesura de sus días.
Consagradas a un cuerpo único, entretejidas por los fenómenos del bosque; los castaños susurraban a las fuerzas, a cada rueda de energía, cada lloro en compañía.
Cada rincón era un pétalo de loto, una flor que se abría al instante, a la generosidad desde la otra orilla. Saludando desde el más allá del más allá. Frecuencias y Elementos; Colores y Energías flotaban al viento en las diez direcciones. Fuimos Alíseos. Karma estremecido. Teide escondido. Y el Éter suspendido en un mar inquieto, perdiéndose en un horizonte esbelto, testigo del ashram que nos cocinó con cariño. Éramos el verbo.
Meditar sin meditar
Pensar sin Pensar
Llover sin Llover
Subir sin Subir
Llorar sin Llorar
Mirar sin Mirar
Escribir sin Escribir