Se dejaba sentir
entero,
el aire pesado
cargado de lluvia.
Todo quedaba tan lleno,
lleno y estable en tu invisible presencia.
Más allá de las brumas
aquietadas en un espacio sin forma,
naciste gris
y libre
como el agua que fluye.
Detrás del rumor del valle,
en el manso letargo de la tarde,
una campana rompió cercana el perfil de tus silencios;
diminuta en su murmullo
rasgaba a tientas el cielo de la vacuidad
y en la plenitud de los sentidos, observé
la igualdad de los fenómenos
la certeza de la nada.
El mar estaba quieto,
dormido en tu reposo
azul.