Poesía

EL VIENTO DESPRENDIDO

Sobre estas horas,

las más cansadas de la tarde,

¡cómo soplas!

¡Con qué fuerza emergen tus entrañas,

viento rudo desprendido!

¿Qué me traes hoy escondido en el regazo?

¿Acaso son las buenas nuevas de lo antiguo?

 

Hay un algo

que contigo siempre se conmueve,

aquí, bastante adentro,

cada vez que soplas, viento rudo,

y me traspasas tan callado

como si un extraño fueras

y te adentraras fugitivo entre las sombras de mi casa.

 

Errante trotamundos.

¡Qué oscura es tu nítida inmanencia!

ECO

En aquella tarde despertada

aparecía el eco

nuevamente repetido

y con el paso de las horas

anunciaba cálido en su voz:

“sin techo

hay un camino puente

entre veredas verdes de montaña.”

       

¿Qué decir, por otra parte,

de esos recónditos espacios

que tú ya transitaste

y allí libre

me entregabas?

        

Invisible es

la presencia siempre del amigo.

 

Sonidos, sólo sonidos.

Contracción

¡Qué dura ha sido

la vuelta,

la vuelta de regreso a la vida cotidiana!

 

La contracción me ha superado.

 

Esperaba en ti

la respuesta del abrazo,

la caricia compartida

y ese beso azul

que me reconocieran como tuyo.

 

¡Qué dura ha sido la noche!

Me he visto superado

por la oscura soledad,

abandonado

en el delirio de un sueño terrorífico.

 

Aún me dueles,

corazón,

profundamente…

 

¡Ay, corazón tan roto!

 

Camino a tientas por las simas de la vida,

conteniendo lágrimas saladas,

estas lágrimas del desamor.

 

Nace el día con el impulso del ahogo.

 

Conciencia

Pulsa.

Pulsa.

Pulsa.

 

Ya llega,

la siento,

la percibo.

 

Con ella se desnuda toda forma

y toma cuerpo

de palabra acicalada.

 

El céfiro montés sopla hoy con una fuerza extraordinaria,

anda suelto en las laderas del barranco.

¡Qué contento baja,

silbando alegre en su paseo entre tabaibas y cardones!

 

El cielo, que también se deja acariciar,

muestra sólo la cara del asombro

pues se queda enteramente ensimismado viendo

el paso blanco del celaje

que transita libre en los espacios,

en un juego eterno con la brisa.

 

La siento,

la percibo nuevamente.

 

La conciencia lo abarca,

todo.

El hombre se sabe iluminado.

Así, lo transmite,

y comparte con los otros la experiencia

y es por ello que se siente hoy feliz, entero y satisfecho.