El budismo no es un simple tema de estudio, sino una forma de vida. La esencia de ésta se encuentra en la meditación. Es tan actual esta certeza como el aire que ahora respiramos.
Las tradiciones contemplativas sobrepasan el lenguaje de las palabras, si bien, muchos han hecho el esfuerzo de plasmar y transmitir las experiencias, ya sea de manera oral o por escrito. De esta forma, llegamos a cuestionamientos tales como, ¿qué es la conciencia? ¿Acaso podremos definirla? ¿Dónde se esconde la conciencia? ¿Somos todos seres conscientes?
Conciencia es un concepto limitado en nuestra cultura. En occidente la entendemos como ‘lo opuesto a lo inconsciente’. Si además usáramos “mente” como sinónimo de la conciencia, la opondríamos a “corporal”, sin embargo, en el budismo se incluyen todos los niveles del ser en la conciencia (físico, sensorial, emocional, mental, conductual, espiritual…) Así pues, para penetrar en la naturaleza de la expresión “conciencia”, debemos vivirla no sólo con el intelecto, sino con todo nuestro ser.
Podríamos comenzar, acordando que la conciencia es aquello que nos da la posibilidad para desarrollar la práctica de la atención. Gracias a ésta, podemos observar los distintos fenómenos que ocurren tanto dentro como fuera de nosotros y aprender a relacionarnos de una manera sana y equilibrada. Por lo tanto, un primer acercamiento a la conciencia sería admitirla como algo que nos permite experimentar con plenitud lo que denomino “el poder de darnos cuenta”. En este sentido, la meditación es entendida como una contemplación de la conciencia a través de la propia conciencia.