Crónica por Empar Roch Bernat

Tras la inauguración del Dojo Zen Ryoku Shin, Fuerza del Espíritu, vinculado a la Comunidad Budista Zen Luz del Dharma y a mi maestro Denkô Mesa sensei, alma y corazón de la misma, el sábado 19 de octubre iniciamos el primer curso de Enseñanzas Prácticas sobre el Budismo Zen.

La primera en llegar al dojo fue Sonia, ilusionada e inquieta por iniciar este recorrido interno, a la que solo un mes antes se le había despertado la inquietud sobre su búsqueda interior. Unos minutos después llegaron Gloria y Paz, dos hermanas con sus maravillosos nombres, una de ellas viviendo en Miraflores: ¡qué gran inspiración la de sus padres al nacer! Desde Toledo llegaron Carlos y Pilar, cargados con una riquísima comida y con su inmensa generosidad que luego compartiríamos. Mª Ángeles, casi llega hasta el embalse en su búsqueda por encontrar el dojo. Juanan tuvo que sortear un corte de calle por la carrera de atletismo que había en Miraflores y llegó caminando desde el pueblo.

Atendiendo a la manera de hacer en nuestra comunidad, abrimos el curso con un círculo de presentación, para conocernos y para sentirnos los unos a los otros. Pasamos luego a las enseñanzas sobre los orígenes del budismo, el contexto brahmánico, védico en el que nació y vivió Buda Shakyamuni y la necesidad del despertar. Y llegó el momento de las dudas y las preguntas. Y yo me pregunté: ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué hemos elegido esta mañana de este sábado concreto, para compartirla con seres que apenas nos conocemos? Y lo más sorprendente, ¿por qué dentro de este contexto, al poco de vernos, nos sentíamos ya como hermanos, como si nos conociéramos desde siempre? Era como si hubiéramos dejado nuestras máscaras al otro lado de la valla y hubiéramos llegado a este sagrado lugar con la inocencia de un niño que busca el regreso a casa, el retorno a la felicidad perdida.

Tras las enseñanzas prácticas de la meditación sedente, llegó el silencio, la mirada hacia adentro, la observación de la mente, tomando conciencia del cuerpo, de la respiración, de los pensamientos que bailan a su antojo. Cada uno de los presentes nos sumergimos en ese laboratorio humano que es la experiencia práctica de zazen. Cuando Dôgen Zenji habla de zazen, habla de shikantaza, “sentarse, solo sentarse” sobre el zafu o cojín de meditación. Y es desde ahí, desde ese no hacer nada, desde donde nos convertimos en meros observadores de nuestro propio universo interno, desde donde podemos reconocernos a través del silencio.

Después de finalizar kihin, la meditación en movimiento, regresamos a nuestra condición habitual de conciencia, pero nadie quería romper el silencio. Poco a poco fuimos saliendo de ese estado de recogimiento, para compartir la experiencia en este primer curso sobre budismo zen.  

Tras una ligera llovizna, las nubes habían dejado paso a un agradable sol bajo el que compartimos, junto al río, los alimentos que cada uno habíamos preparado, para finalizar este maravilloso día de enseñanzas y práctica de meditación zen en el Dojo Ryoku Shin, Fuerza del Espíritu.